Pekín, octubre de 2025. – En el corazón del desierto de Gansu, China ha puesto en marcha la primera planta solar del mundo equipada con dos torres de concentración y 30.000 heliostatos, un hito tecnológico que redefine el papel de la energía solar en la estrategia global del país asiático.
El complejo, diseñado bajo el modelo CSP (Concentrated Solar Power), utiliza miles de espejos que reflejan y concentran la luz solar hacia dos torres de más de 200 metros de altura. Allí, el haz de energía calienta un fluido de sal fundida a más de 500 °C, que posteriormente se transforma en vapor para accionar turbinas eléctricas.
El resultado es una producción anual estimada de 1.800 millones de kilovatios hora (kWh), suficiente para abastecer a 170.000 hogares. Gracias a su sistema de almacenamiento térmico, la planta puede generar electricidad incluso durante la noche, superando una de las principales limitaciones de las energías renovables tradicionales.
Más que un logro tecnológico, este avance es interpretado como un movimiento geopolítico. Mientras Europa y otras potencias continúan debatiendo regulaciones y objetivos climáticos, China consolida una transición energética industrial, autónoma y estratégica, alineada con su visión de independencia tecnológica y dominio de la cadena fotovoltaica.
“El mensaje es claro: Europa regula, China construye”, destaca el análisis viralizado en redes, reflejando el contraste entre las políticas climáticas occidentales y la ejecución acelerada del gigante asiático.
La planta de Gansu marca el paso de China hacia una energía renovable con comportamiento nuclear: limpia, continua y totalmente gestionada con recursos propios. Con este proyecto, el país no solo capta el sol… lo gobierna.